Cuando el viento sopla con fuerzas los volantines tiñen el cielo. Yo tenía un volantín amarillo que parecía querer tocar el sol. En las afueras de Lontué salí a encumbrarlo en medio de un potrero. El volantín llegó tan alto que apenas podía verlo. Estaba sola a mitad de la nada, sólo con el viento primaveral y mi volantín amarillo. Escuché el silencio, sentí la tensión del hilo que impedía a mi volantín escapar, sentí placer por la quietud en mí. Ahora en medio de Santiago me gustaría volver a sentir lo que esa tarde sentí con mi volantín amarillo.
Quería mandar esto a Santiago en cien palabras pero lo escribí como 2 días antes de que se cumpliera el plaso y no tuve el tiempo de mandarlo... para el próximo año será :)